La Doctrina de las Sagradas Escrituras, un estudio expositivo de 2 Timoteo 3.
Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra (2ª Timoteo 3:16-17).
Para adentrarnos a esta gloriosa doctrina, es necesario que comencemos haciendo una oración, ya que, conocer los misterios sagrados de la Palabra de Dios es algo que no debe tomarse a la ligera, sino que, debe hacerse de la misma manera que cuando el minero, al descender a la mina, consigue el diamante, él no va a tratarlo bruscamente, sino que, como a perla preciosa, guardará y atesorará en un lugar de valor. Así mismo con la Palabra de Dios, que atesora todo el conocimiento del Señor ¡Cuánto más no valdrá la Palabra que unos diamantes! Oremos…
V. 1-5 Una vez acudido al Señor en oración, procedamos a estudiar con diligencia su Palabra. Las santas palabras escritas por el apóstol, bajo la inspiración del Espíritu Santo, comienzan en este pasaje con una advertencia: “Esto también sepas, que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos: que habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, detractores, desobedientes a los padres, ingratos, sin santidad, sin afecto, desleales, calumniadores, destemplados, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, arrebatados, hinchados, amadores de los deleites más que de Dios; teniendo apariencia de piedad, mas habiendo negado la eficacia de ella: y a estos evita”. Lo primero que debemos comprender es que los postreros días ya llegaron desde hace mucho tiempo. El apóstol Pedro en su sermón el día de pentecostés, les dijo a los judíos: “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne”, esta profecía no se cumplió completamente, pero, el pequeño fragmento de la profecía que mencioné acá sí se cumplió. Podemos testificar con seria certeza que el Señor derramó su Espíritu sobre toda carne: esto no es sobre todas las gentes del mundo, sino sobre toda clase de personas, tanto gentiles como judíos, sin acepción de personas. También vemos que el autor de la carta a los hebreos dice: “en estos postreros tiempos nos ha hablado por el Hijo”. Nosotros estamos en los postreros días, y al estar en ellos, es obvio que vendrá todo esto que el apóstol Pablo ya había dicho, es más, ya él lo estaba viviendo, si leemos pasajes como 1 Timoteo 1:18-20 o 2 Timoteo 1:15, nos daremos cuenta de que Pablo ya había tratado con apóstatas. Desde que los postreros días comenzaron a manifestarse, los hombres malos también. Cuando Cristo comenzó a predicar el evangelio, ya había unos fariseos esperándolo para rechazar su enseñanza. Cuando Pablo fue a predicar el evangelio al procónsul Sergio Paulo, ya había un Elimas que se le oponía. Cuando Agustín fue a predicar la verdad de la Palabra, ya había un Pelagio que se le resistía. Cuando Lutero fue a proclamar la verdad de Jesucristo, ya un papa lo quería muerto. No hemos de extrañarnos porque haya resistencia a la verdad, más bien, considerémoslo normal, pues eso es lo que había de manifestarse en los postreros días, hombres malos, que aborrecerían la verdad de la Palabra de Dios; hombres impíos que se llamarán buenos a ellos mismos, y bajo sus propios juicios, se proclamarán grandes hombres de Dios, pero la verdad es que solo serán lobos vestidos de oveja. El apóstol nos manda a apartarnos de estos hombres, porque no vienen de Dios, sino directamente del infierno.
V. 6-9 Por otra parte, Pablo nos revela que muchos de estos falsos se llevan a las mujeres y las seducen, dándonos a entender que la inmoralidad también será una característica de estos hombres. El apóstol dice: “Porque de estos son los que se entran por las casas, y llevan cautivas las mujercillas cargadas de pecados, llevadas de diversas concupiscencias; que siempre aprenden, y nunca pueden acabar de llegar al conocimiento de la verdad. Y de la manera que Jannes y Jambres resistieron a Moisés, así también estos resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos acerca de la fe. Mas no prevalecerán; porque su insensatez será manifiesta a todos, como también lo fue la de aquellos”. Pablo deja bien en claro que estos hombres no solo serán llenos de todo engaño y fraude como Barjesús el falso profeta, sino que también serán unos inmorales, cazando a cualquier pobre mujer débil, dejada llevar por sus malos deseos. Estos hombres no solo serán malos, sino también unos sinvergüenzas. El apóstol asemeja el carácter de estos hombres con el de Janes y Jambres, los falsos profetas de la era de Moisés, que quisieron imitar los milagros del Señor, pero el poder del Señor los humilló, por eso el Espíritu Santo inspiró estas fuertes palabras: “Mas no prevalecerán”, la promesa del Señor es clara, estos hombres no prevalecerán, y esta palabra prevalecerán nos recuerda a la promesa que el mismo Cristo hizo a su iglesia: “Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. Como vemos, estos engañadores no prevalecerán contra la verdad de Jesucristo ¿Por qué? Por el simple hecho de que nada podrá derribar a la verdadera Iglesia de Jesucristo. La advertencia que Pablo nos hace está clara: no nos dejemos llevar por las palabras de estos hombres que buscarán engañarnos con sus vanas sutilezas y falsas doctrinas, antes bien, cumplamos con el mandato que el mismo Pablo hace: “retén la forma de las sanas palabras que de mi oíste”. Pablo declara que la insensatez de estos hombres será manifiesta a todos, y todos se darán cuenta de que la única verdad es la que el Señor ya ha dicho, su Palabra.
V. 10-13 Todo aquel que defiende la verdad de la Palabra del Señor está destinado a padecer persecuciones. Mis hermanos, es imposible proclamar la verdad de Dios sin esperar piedras (Juan 10:31). La realidad del evangelio es que Dios no nos ha prometido vivir en perfecta comodidad y tranquilidad, sino que más bien el Señor nos ha prometido que vamos a sufrir. Leamos lo que el apóstol dice: “Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, persecuciones, padecimientos, como los que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra; persecuciones que he sufrido, y de todas me ha librado el Señor. Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución; mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados”. La persecución será inevitable, pues el Señor mismo determinó que a nosotros nos es concedido por amor a Cristo, no solo creer en Él, sino también sufrir por Él. Si estamos muy tranquilos y muy cómodos, examinemos el evangelio que predicamos, pues es probable que no sea el verdadero evangelio de Jesucristo. Pablo en el versículo trece retoma la premisa que dejó varios versos atrás, dejar bien claro que los malos hombres sufrirán un terrible final. Como ya el apóstol dijo: “su insensatez será manifiesta a todos”, entonces, estos engañadores recibirán el castigo del Señor. Fijémonos en lo que la Escritura dice: “engañando y siendo engañados”, el Señor nos muestra que estos falsos buscan engañar a otros, pero ellos también viven engañados por las mentiras del mismo diablo. Algunos piensan que ellos no son culpables de su ignorancia, pero lo cierto es que sí lo son; el Señor dice: “Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento”, ellos son responsables por su propia ignorancia, ya que todos tenemos la simpleza de las Escrituras, pero como el apóstol Pedro dice: “en las cuales hay algunas cosas difíciles de entender, que los ignorantes e inestables tuercen, como también tuercen el resto de las Escrituras, para su propia perdición”, ellos tuercen las Escrituras para beneficio propio. La ignorancia no es una excusa, sino más bien otra razón que da más razón al castigo del Señor.
V.14-17 Pablo hace la exhortación a Timoteo a persistir y perseverar en la doctrina que había aprendido de él, y que no se desviara de nada de lo que le había enseñado, pues el mismo Pablo decía: “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema”, la traducción más reciente de la Reina Valera lo dice así: “¡Que quede bajo maldición!”, la desviación de la doctrina bíblica solo puede llevarnos a blasfemar contra el Señor. Prestemos atención al último pasaje del texto: “Así que tú, mantente firme en lo que has aprendido y te ha sido encargado, pues sabes de quién has aprendido y que desde la niñez sabes las Sagradas Escrituras, que te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, para que el hombre de Dios sea perfecto, perfectamente instruido para toda buena obra”. Pablo manda a Timoteo, y también a todo creyente, a mantenerse firme en lo que ha aprendido. Pero ¿En cualquier cosa que haya aprendido? ¡No! Por eso luego dice: “sabiendo de quién has aprendido”, ¡Pablo nos dice que estemos firmes en lo que aprendimos de él! Al ser un varón inspirado por el Espíritu Santo, sabemos que podemos confiar en su testimonio, pues viene de parte del mismo Señor. Además de esto, nos damos cuenta de que Pablo no apela solo a su enseñanza, sino que también le menciona las Sagradas Escrituras. Pablo le recuerda a Timoteo que las Escrituras que él conoció desde niño lo podían hacer sabio, eso es lo que literalmente significa la palabra sofízo. Las Escrituras tienen todo para hacernos sabios para la salvación, y capacitarnos en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo; en ellas hallamos todo lo que necesitamos para comprender a profundidad el evangelio de nuestro Señor, y toda doctrina está contenida en sus sagradas páginas. Cualquier doctrina que no halle su seno en las páginas de las Sagradas Escrituras, y cito a Lutero: aunque haga llover milagros, debe ser desechada. Toda la Escritura es inspirada por Dios. Algunos católicos romanos toman este texto para decir que cuando Pablo dijo que toda la Escritura es inspirada por Dios, también estaba contando a los libros deuterocanónicos; esto no es más que una falacia exegética, puesto que incluso los padres de la iglesia como San Cirilo de Jerusalén, Atanasio, Eusebio, e incluso historiadores como Flavio Josefo, reconocieron los mismos libros del Antiguo Testamento del canon protestante como los libros inspirados. Los libros deuterocanónicos no son inspirados. Las Escrituras ayudan a los hombres de Dios a ser santos (Juan 17:17), así como también a estar preparados para toda buena obra. Las Escrituras son inspiradas por Dios, no los hombres. Son las Escrituras las que nos guían en este tiempo, y toda la doctrina apostólica está contenida en el Sagrado Libro, no hace falta más nada, todo lo que Dios tenía que decir ya lo dijo (Hebreos 1:1-2). La Escritura es tan importante, porque en ella está contenida la Palabra de Dios. Las demás escrituras que existen en el mundo no son tan importantes; esas escrituras tienen sabiduría humana, pero estas Escrituras tienen sabiduría del cielo. El poder de Dios para salvación está contenido en este libro. El poderoso testimonio de la resurrección de Cristo está contenido en este libro. Todo el suceso más importante de la humanidad está en el Sagrado Libro, y quien intente contradecirlo, el Señor ya tiene preparado su castigo contra él (Apocalipsis 22:18-19). Las Escrituras de Dios son tan confiables, que Pedro las llamó más seguras ante su testimonio del vislumbre de Cristo en su transfiguración (2 Pedro 1:16-21). Después de narrar su extraordinaria experiencia, Pedro dice: “tenemos también la palabra profética más segura” ¿Más segura? A cualquiera le parecería ilógico pensar que Pedro está diciendo que la palabra profética, es decir, la Palabra de Dios, era más segura que haber visto a Cristo transfigurado; pero, en realidad eso fue lo que Pedro quiso decir. Luego de narrar toda la experiencia sobrenatural, y llamar más segura a la Palabra de Dios revelada en sus Escrituras, es algo que muchos consideran ilógico, pero no lo es, es que simplemente la Sagrada Escritura es superior a toda experiencia, y no que sea superior a Jesús, pero las profecías de la Escritura son las que confirman con poder al Señor Jesucristo. Al principio de este pasaje, Pedro les dice a sus destinatarios en qué se basa para predicar a Jesucristo, para predicar de su evangelio. Él no se basa en cosas simples, él se basa en los testimonios más poderosos que pueda tener. Siguiendo la idea desde los vv. 16-18, el primer testimonio que Pedro tiene para predicar sobre el poder y la segunda venida del Señor fue su experiencia con él en aquel monte santo, donde lo vio transfigurarse junto con Juan y Jacobo. Sin embargo, Pedro probablemente sabía que muchos dudarían de su experiencia, por eso procede a decir: “y tenemos también la palabra profética más segura”, pero la traducción literal del griego sería: “y tenemos más segura a la palabra profética”, es decir que, para Pedro, la Palabra de Dios es el testimonio más seguro para declarar poderosamente el evangelio y todo lo que concierne a nuestro Señor Jesucristo. La experiencia no es comparable con la autoridad de las Escrituras. Ninguna experiencia puede ponerse al mismo nivel, y si ni siquiera Pedro puso por encima su experiencia (que no fue cualquier cosa), nosotros no deberíamos ni pensar en hacerlo.
La autoridad de las Escrituras no puede discutirse, pues Dios determinó que por medio de ellas nosotros hallemos el conocimiento que necesitamos de él, pues ellas son las que nos capacitan para toda buena obra. Las Escrituras son suficientes, no necesitamos más revelación, porque ya Dios reveló todo lo que debía revelar ahí. Sometámonos a la autoridad de la Palabra y dejemos que sea lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestros caminos (Salmos 119:105).
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