Parte a. Antiguo Testamento
§ En la ocasión anterior hice un post hablando sobre la doctrina de la Trinidad en los primeros siglos de la iglesia. Pudimos darnos cuenta de que los cristianos de la iglesia primitiva creían en las tres personas de la Santísima Trinidad como UN SOLO DIOS, no los veían como tres dioses diferentes, pero ciertamente tampoco los veían como sin ningún tipo de distinción. Aunque no tenían el concepto teológico desarrollado, ellos ya sabían que debían adorar tanto al Padre, como al Hijo y al Espíritu Santo como a un solo Dios.
§ En esta segunda parte nos dedicaremos a hablar sobre la doctrina de la Trinidad en la teología bíblica y en la exégesis, basándome principalmente en el Antiguo Testamento, para luego pasar al Nuevo. Para eso debemos hacer una especie de prolegómenos a ambos conceptos. Para empezar, ¿qué es teología bíblica? La teología bíblica es el estudio de la Biblia como una revelación progresiva de Dios y su plan de salvación. Se enfoca en cómo las diferentes partes de la Biblia se relacionan entre sí y con el centro y la meta de la historia bíblica: Jesucristo. La teología bíblica ayuda a entender el mensaje y el propósito de la Biblia como un todo, y a aplicarlo a la vida cristiana. La exégesis, por otro lado, es una explicación o interpretación de un texto bíblico. La persona que desarrolla esta tarea se llama exégeta, y es quien se encarga de explicar el significado de un texto sin incluir sus interpretaciones personales o lo que el texto significa para él.
§ Una vez comprendido un poco sobre lo que trata la teología bíblica y la exégesis, hemos de estudiar la doctrina de la Santísima Trinidad a la luz de estos conceptos. La teología bíblica se basa en recopilar los textos de la Escritura que se relacionen entre sí y nos muestren el mensaje divino como un todo. Si bien la Biblia está compuesta por 66 libros, cada uno de estos libros habla de un mismo mensaje, y sobre un mismo tema. La Biblia está unificada y tiene armonía en todas sus partes. Ella es infalible e inerrante, pues ni falla, ni erra. Loraine Boettner dijo una vez que «La doctrina de la Trinidad es, quizá, la más enigmática y difícil de toda la Biblia», y esto lo dijo no porque fuese difícil de encontrar, sino porque es difícil de entender. Encontrarla es bien sencillo, pues desde la primera página encontramos la revelación de que en el principio Dios creó los cielos y la tierra, y la tierra estaba desordenada y vacía, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas (Gn 1:1,2). Desde un principio se nos identifica tanto al Espíritu de Dios, como a Dios mismo. Luego vemos que «Y dijo Dios: Hagamos al hombre á nuestra imagen, conforme á nuestra semejanza» (Gn 1:26). Dios está hablando con otros, pues Él claramente dice 'hagamos', no 'haré'. Al hablar en plural, Dios claramente refleja su propia pluralidad. Más tarde cuando Dios observa la maldad de los hombres en Babel, dice: «Ahora pues, DESCENDAMOS, y CONFUNDAMOS allí sus lenguas, para que ninguno entienda el habla de su compañero» (Gn 11:7). El uso del plural por parte del mismo Dios nos muestra la pluralidad dentro de la propia divinidad. Aunque la Trinidad no había sido completamente revelada, ya ciertamente había sido bien apoyada por Moisés.
§ Aunque antes de Moisés hubo uno que también dio sustento a la Trinidad, fue Job. En su discurso, Eliú identifica al Señor así: «¿Dónde está Dios mi HACEDOR, Que da canciones en la noche» (Job 35:10). La palabra 'Hacedor' (עשׂי) está en el plural absoluto, y esta es la única oportunidad en todo el A.T. en la que aparece esta palabra escrita de ese modo. Ya este texto implica que la obra de la creación era hecha por Dios de manera plural, por eso Job en otra parte dice: «El espíritu de Dios me hizo, Y la inspiración del Omnipotente me dió vida» (Job 33:4). Todo esto implica que quien crea es un Dios plural. Claro, esto no significa que existan varios dioses, sino que, dentro de la única divinidad existe una pluralidad de personas que interactúan mutuamente en todas sus obras.
§ Por otro lado, nosotros observamos en el libro de Josué (5:13-15) una historia en la que el Príncipe del ejército de Jehová se dirige a Josué con una espada desnuda en su mano. Josué asustado pregunta quién es, a lo que Él le contesta: «Príncipe del ejército de Jehová, ahora he venido» (v.14). Posterior a esto, Josué SE POSTRA PARA ADORARLE. Nosotros sabemos que ningún ángel común acepta adoración de parte de ningún hombre (Y yo me eché á sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira que no lo hagas: yo soy siervo contigo, y con tus hermanos que tienen el testimonio de Jesús: adora á Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía, Ap 19:10). Solo Dios puede aceptar adoración, lo que claramente implica que quien se apareció a Josué fue el mismo Dios. Además, este Príncipe del ejército de Jehová le dice a Josué lo mismo que Dios le dice a Moisés en la zarza: «Quita tus zapatos de tus pies; porque el lugar donde estás es santo», una muestra clara de su divinidad. Terminamos de confirmar que quien se apareció a Josué fue Jehová, pues inmediatamente en el c.6:2 dice: «Mas Jehová dijo á Josué...».
§ Ahora bien, si Dios puede aparecerse ante hombres, pero a la vez nadie puede ver el rostro de Dios, pues Él dice claramente: «porque no me verá hombre, y vivirá» (Ex 33:20), ¿cómo pudo Dios aparecerse de tal manera a Josué? Está claro, pues, que Dios debe aparecerse de cierta manera a los hombres. En Cristo podemos ver completamente a Dios, pues Él mismo dijo: «El que me ha visto, ha visto al Padre» (Jn 14:9). En Hebreos 1:3 se nos dice que Él es «el resplandor de su gloria, y la misma imagen de su sustancia». En Cristo podemos ver a Dios, y fue a Cristo a quien Josué miró, y los profetas que vieron a Dios sentado en su trono, vieron a Cristo.
§ En todo el Antiguo Testamento vemos textos que aluden claramente a la Trinidad, uno de esos está en Isaías 63:9-10: «En toda angustia de ellos él fué angustiado, y el ángel de su faz los salvó: en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días del siglo. Mas ellos fueron rebeldes, e hicieron enojar su espíritu santo; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra ellos». Incluso desde estos tiempos se sabía que Dios tenía un Hijo, como vemos en las palabras de Agur: «¿Quién afirmó todos los términos de la tierra? ¿Cuál es su nombre, y el nombre de SU HIJO, si sabes?» (Pr 30:4b). Aunque este último texto forme parte de un grupo de preguntas retóricas, la implicación de que Dios tiene un Hijo es bastante clara. Nosotros también vemos en 2 Samuel 24:16-17 cómo Jehová Dios interactúa con su propio ángel, que también es Jehová Dios (según lo que vimos en Josué c.5-6). Además, David vio al Ángel del Jehová, y aun así se dirigió en oración a Dios. También en Jueces 13, por ejemplo, el Ángel de Jehová visita a Manoa y a su mujer para anunciarles del nacimiento de Sansón. Luego, el Ángel de Jehová hace un milagro: subió en la llama del altar, es decir, en el momento en que comenzó a arder el fuego de la ofrenda, el Ángel desapareció en la llama que se elevaba. Luego de esto, Manoa entendió que se trataba del Ángel de Jehová, y dijo: «Ciertamente moriremos, PORQUE Á DIOS hemos visto» (Jue 13:22).
§ Después de toda esta exposición veterotestamentaria sobre las alusiones a la pluralidad de Dios, debemos proseguir con el perfeccionamiento de la doctrina de la Trinidad en una segunda sección basada en el Nuevo Testamento. En el transcurso de las siguientes semanas realizaré esta publicación, y espero que sea de mucha bendición para todos los que desean conocer al verdadero y único Dios, el Dios trino. Bendito sea el Dios, el Todopoderoso, el Rey supremo del universo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, único y Todopoderoso Dios, a ti la gloria, por todos los siglos. Amén.
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