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La predestinación NO CONTRADICE a la responsabilidad humana

 ¿Es contradictoria la predestinación con la responsabilidad humana? (Libre Albedrío)



    A lo largo de la escritura podemos observar dos puntos esenciales que para muchos parecen ser contradictorios, y esto es la doctrina de la soberanía de Dios y la doctrina de la responsabilidad del hombre. Bíblicamente, Dios es dueño y Señor de todo, reina sobre toda su creación y gobierna todo, controla su creación, hace lo que Él quiere con ella y sabe todo lo que ocurrirá porque Él mismo lo ha preordenado y establecido (Sal 139:16, Lam 3:37-39, Daniel 4:34-35, Sal 135:6, Sal 115:3, Isaías 46:10,  Job 42:2, Job 9:12, Isaías 43:13). Del mismo modo, el hombre es responsable por cada uno de sus actos, y tiene posee libertad en su voluntad (limitada, pero la tiene) para escoger hacer lo que él quiera (Lev 5:17, Dt 24:16, Job 19:4, Prov 9:12, Rom 14:12, 2 Cor 5:10, Gal 6:4-5, Gal 5:13, Ez 18:30-32, Sal 54:6). 

    Ahora bien ¿cómo reconciliamos estas dos doctrinas? ¿cómo podemos entender la soberanía de Dios y a la vez la responsabilidad humana? ¿cómo puede Dios inculpar de pecado si Él sabe todo lo que ocurre y hace todo lo que quiere? ¿por qué Dios permite el pecado si sabe que muchos se perderán? Esto es un dilema que lamentablemente no tiene una respuesta clara, sin embargo, podemos determinar que ninguna de estas dos doctrinas puede ser negada, sino que deben ser estudiadas a la luz de las Escrituras. Hay muchas personas que comienzan a estudiar la Biblia y toman posturas dogmáticas. Aceptan una y rechazan por completo la otra. Unos estudian la soteriología calvinista y comienzan a decir que no existe el libre albedrío, comienzan a negar la responsabilidad humana y niegan arbitrariamente dicha doctrina. A su vez, algunos otros ahondan más en la teología arminiana o wesleyana y niegan arbitrariamente el hecho de que Dios hace lo que quiere en su creación, niegan la soberanía de Dios en la salvación de los hombres y niegan que Dios haya predestinado o preordenado todas las cosas. Debemos entender que ambas posturas tienen aciertos como desaciertos, por ambas partes existen puntos muy fuertes y otros más débiles, y a lo que quiero llegar no es a una falacia del punto medio, donde diga que lo mejor es decir que ambas posturas tienen razón y no haber llegado a ninguna conclusión de peso, sino que quiero que juntos estudiemos el cómo estas dos doctrinas pueden llegar a una reconciliación, y no contradecirse la una de la otra.

    Para muchos arminianos el hecho de que Dios haya predestinado todo es contradictorio con lo que dice la Escritura, pero esto denota la ignorancia bíblica que existe dentro de ciertos grupos, ya que, negar esto es negar muchos pasajes de la Biblia que lo afirman, no son pocos. Para otros calvinistas, el hombre no puede hacer nada de nada por su cuenta, no tiene libertad para elegir ni decidir nada, cuando muchos pasajes de la Biblia enseñan que el hombre es responsable por sus actos. ¿Cómo llegaremos, pues, a una conclusión lógica de las dos doctrinas que se enseñan en la Biblia? La respuesta no es fácil de responder porque la Biblia no muestra cómo se unen ambas doctrinas. Tal vez en nuestra mente sea difícil de reconciliar ambas doctrinas, pero, probablemente para Dios no sea nada difícil ver estas dos doctrinas unidas como una sola. La Biblia muestra la soberanía de Dios en la salvación en cada aspecto, sin embargo, la Biblia muestra la responsabilidad del hombre en cada punto. Debes creer ambas doctrinas, Dios hace todo y a su vez el hombre es responsable, ¿por qué? Porque la Biblia lo enseña.

    En lo primero que deberíamos enfocarnos es en la doctrina del hombre, estudiemos la antropología desde el punto de vista bíblico, ya que, para comprender la naturaleza del ser humano, debemos entender cómo Dios lo creó. 

    Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente (Gen 2:7). Dios creó al hombre del polvo, puso en él la vida y fue un ser vivo, al cuál más tarde pone en el jardín del edén y le dice lo siguiente: "De todo árbol del huerto podrás comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás", en pocas palabras, Dios le da al hombre el poder de elegir entre el bien y el mal. En este punto, debemos recordar que Dios había creado al hombre perfecto, sin ningún tipo de pecado, ni inclinación a él ¿cómo, pues, pudo el hombre pecar si era perfecto? La respuesta a esto no la conocemos, sin embargo, lo que sabemos es que Dios en su soberanía permitió esto. Aquí vemos ya las dos doctrinas en funcionamiento, la responsabilidad del hombre pues pagó las consecuencias de su pecado, y a su vez, la soberanía de Dios, pues fue Él quien permitió que la mujer fuera tentada por la serpiente, y fue Él quien permitió que comieran, no fue el causante, ya que Dios nunca es el causante del pecado, ni de la tentación, sin embargo, Él lo permitió. Una vez que el hombre es echado fuera del jardín, el hombre pasa de estar en una condición de perfección a una condición de pecador. A esto se le llama la caída del hombre, y en cuanto a esta caída existen dos posturas famosas, la reformada, en la que vemos que la caída del hombre fue radical, a tal punto de que quedó completamente muerto espiritualmente, y la arminiana, que dice que todavía queda algo de bondad en el corazón humano, y la caída, si bien, fue radical, no dejó al hombre completamente acabado.

    La verdadera doctrina de la caída humana la podemos ver más adelante en Génesis 6:5 "Y el Señor vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y que toda intención de los pensamientos de su corazón era solo hacer siempre el mal", en este pasaje vemos la primera muestra bíblica de la doctrina de la depravación radical del hombre, y nos muestra que luego de la caída, el hombre quedó moralmente incapaz de hacer lo que es bueno. ¿Qué significa esto? Diré primero que no significa que el hombre sea incapaz de hacer cosas buenas, sí puede hacerlas, pero, siempre con una inclinación al mal desde lo profundo de su corazón, por lo cuál, si bien puede hacer algunas obras buenas, estas son como trapos de inmundicia, pues están manchadas con su pecado. Pablo describe el estado del hombre caído de la siguiente manera: “Muertos en (...) delitos y pecados” (Efesios 2.1). Otra vez él le escribe a Timoteo (y a nosotros): “Pero el que se entrega a los placeres, viviendo está muerto” (1 Timoteo 5.6). Esta es la seria advertencia que todo hombre debiera tomar en cuenta: “La paga del pecado es muerte” (Romanos 6.23). Estar muerto espiritualmente iguala estar alejado de Dios. Todos estamos muertos en delitos y pecados, ahora bien ¿cómo vivimos? pues, por medio de la regeneración que Dios obra en nuestros corazones al escuchar su buena noticia ¿y cuál es? que Cristo murió por mis pecados y resucitó para darme vida eterna, ahí se comprende que Cristo es nuestro salvador, y por lo tanto, una vez que somos alumbrados por su evangelio, el Padre obra en nuestros corazones por medio de su Espíritu, para así darnos la vida, el nuevo nacimiento.

    Volviendo al libro de Génesis, si observamos en el capítulo tres, vemos en el verso 21, que, tras el hombre caer "el Señor Dios hizo vestiduras de piel para Adán y su mujer, y los vistió", este, damas y caballeros, es a lo que yo llamo el evangelio del Génesis, el hecho de que Dios vio el pecado de su creación, tomó un animal y lo sacrificó por ellos. Así Dios vio el pecado de su pueblo, tomó a su hijo y lo sacrificó para que ellos no murieran en sus pecados. El evangelio se observa a lo largo de toda la revelación especial de Dios, y la buena noticia ha existido de generación en generación, que Dios en su gracia proveyó para el hombre su salvación. El hombre es incapaz de salvarse a sí mismo. Sabemos que el hombre tiene capacidad de elección, libertad para escoger lo que quiera, pero en la cuestión de la salvación la cosa cambia, porque todos estamos en la misma condición, todos tenemos un pensamiento y corazón que va de continuo al mal, por eso necesitamos algo superior, necesitamos de gracia para poder escoger a Dios, no lo escogeremos porque quisimos, lo escogeremos porque Él primero infundió vida en nuestros corazones, y por esto podemos escogerlo. Estando muertos en delitos y pecados nadie puede escoger a Dios, pues "lo que nace de la carne, carne es" y "los que están en la carne no pueden agradar a Dios", por ende, necesitamos nacer del Espíritu, y esa obra solo la hace Dios, no una elección nuestra, solo Dios.

    Pero entonces ¿Somos capaces de elegir a Dios? Si analizamos la escritura, nos daremos cuenta de que en realidad ningún hombre escogió a Dios sin que antes Dios lo buscara a él primero. Esto pasó con Abraham, con Jacob, con Moisés, con los profetas, con los apóstoles, y aun con todos nosotros, ninguno buscó primero a Dios, Dios nos buscó primero a nosotros, por lo tanto, ¿se podrá afirmar que nosotros escogemos a Dios? en cierto modo sí, pero primero, filosofemos al tanto. Si todos estamos en un estado de depravación en el que vivimos, pero a la vez estamos muertos en delitos y pecados ¿cómo podemos buscar a un Dios santo si nuestra mente no se somete a su ley y ni siquiera puede? (Rom 8:7) pues la verdad es que nosotros nunca vamos a buscar a Dios primero, Él nos busca a nosotros, así como Cristo dijo: "no me escogisteis vosotros a mi, sino que yo os escogí a vosotros" y también "ninguno puede venir a mi si el Padre primero no le trajere" (ἑλκύω jelcúo "arrastrar"), es decir, ninguno escogió seguir a Dios primero, fue Él quien nos escogió. Ahora bien, todos, en cierta forma, escogimos seguirlo, pero no fuimos los que le escogimos primero, nosotros escogimos seguirlo porque Él nos escogió primero, si Él no nos hubiera arrastrado hasta su hijo nosotros nunca hubiéramos escogido seguirlo, sin embargo, debemos decir que sí escogimos, sí decidimos seguir a Cristo como dice el corito, sin embargo, decidimos seguir a Cristo porque fuimos escogidos por Dios el Padre, y porque su Espíritu Santo infundió vida en nosotros por medio de la poderosa Palabra de Dios.

    En pocas palabras, nosotros decidimos seguir a Cristo porque el Padre decidió escogernos. ¿y por qué nos escogió? la respuesta está en Efesios: "por el puro afecto de su voluntad", en palabras más simples, lo hizo porque quiso, no porque haya visto un "potencial" o algo "digno" en nosotros, Él no vio nada especial en nosotros. Él no vio a más que un simple pecador pobre, ciego y desnudo, indigno, inmerecedor de perdón, pero nos lo dio porque le plació, porque quiso, porque puede y porque quiere, y porque hace lo que mejor le parece, porque Él es soberano por los siglos, amén. ¿Acaso esto anula la responsabilidad nuestra? Para nada, seguimos siendo responsables por nuestros actos "¿entonces por qué Dios nos inculpa de pecado si Él es responsable por nuestra santificación?" dirán algunos, mas la Escritura dirá: "¿quién eres tú, oh hombre, que le contestas a Dios? ¿Dirá acaso el objeto modelado al que lo moldea: Por qué me hiciste así? ¿O no tiene el alfarero derecho sobre el barro de hacer de la misma masa un vaso para uso honorable y otro para uso ordinario? ¿Y qué, si Dios, aunque dispuesto a demostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos de ira preparados para destrucción? Lo hizo para dar a conocer las riquezas de su gloria sobre los vasos de misericordia, que de antemano Él preparó para gloria, es decir, nosotros, a quienes también llamó, no solo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles".

    En pocas palabras, Dios hace lo que Él quiere, y a su vez todos nosotros somos responsables por nuestros pecados y acciones ¿Son estas cosas contradictorias entre sí? Para Dios no lo son, aunque para nosotros resulte difícil de entender. Dios nos muestra que somos responsables, pero a la vez, que Él es soberano y hace como quiere con su creación, negar alguna de estas dos realidades representa negar la Escritura, pero, debemos comprenderlo todo según la Palabra de Dios, y darnos cuenta de que Dios nos escogió primero, por eso nosotros lo escogimos a Él, no por nuestra voluntad, sino por su misericordia y gracia derramada sobre nosotros. Demos gloria a su nombre y no compliquemos tanto la vida, buscando respuesta a absolutamente todo. Si bien estas cuestiones son dignas de pensamiento, no hay que quemarse el cerebro pensándolo, simplemente hay que aceptarlo, ya que la Escritura presenta ambas concepciones. Dios es soberano, y el hombre es responsable. Dios nos santifica, pero nosotros debemos buscar la santidad. El Espíritu Santo nos da el querer como el hacer, pero nosotros debemos vivir pegados a Él. El Hijo nos tiene seguros y no permite que nadie nos arrebate de sus manos, pero nosotros debemos perseverar hasta el fin. Es un santo equilibrio que, tal vez sea poco comprensible para nosotros, pero en la mente de Dios, hay una hermosa armonía que tal vez podremos comprender cuando estemos con Él. Nosotros vivimos nuestra vida cristiana, pero a su vez "ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mi", ¿No parece confuso? Lo es, pero no debe quemarnos la cabeza, aceptemos con humildad lo que la Biblia nos enseña, y comprendamos cada día lo que el Señor nos quiere decir por medio de su Santísima Palabra.

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