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Introducción a san Ignacio de Antioquía

 


San Ignacio de Antioquía fue el obispo de la misma ciudad, un hombre santo que predicó el evangelio del reino y fue martirizado cerca del año 108 d.C. Su pensamiento teológico puede resumirse en esta sentencia: sufrir por causa de Cristo es el todo del cristiano. Ignacio fue discípulo directo del apóstol Juan, y sus escritos nos muestran una gran familiaridad con los escritos y pensamiento apostólico. La humildad de Ignacio se nota en la mayoría de sus cartas, en frases como: No os estoy dando órdenes, como si yo fuera alguien que pudiera hacerlo. Porque aun cuando estoy en cadenas por amor del Nombre, no he sido hecho perfecto todavía en Jesucristo.

El santo obispo reconocía su subordinación en cuanto a la doctrina apostólica; él sabía que no estaba haciendo nada nuevo, sino predicar lo mismo que se le había enseñado, tal como el apóstol Pablo se aseguró de hacer: a mí, pues, los de reputación nada nuevo me comunicaron. Ignacio fue un hombre de escritos precisos, con similitud a los del apóstol Pablo. Fácilmente podría ser llamado el Pablo de los padres apostólicos, ya que es el padre con más textos entre ellos. De cualquier modo, los escritos de Ignacio no son responsables de crear una nueva teología, sino más bien de procurar el orden en las iglesias del Señor y andar en el orden gubernamental de sana manera.

La eclesiología es rica en sus escritos. Aunque él no pretende establecer un sistema episcopal como lo conocemos ahora, sus textos fueron de gran influencia para este esquema de gobierno eclesial. A pesar de esto, es necesario aclarar que en la iglesia primitiva el tipo de gobierno era claramente plural, algo atestiguado también en la carta de Clemente a los corintios. Es de carácter esencial leer a los padres sin sesgos teológicos ni presuposiciones. Ellos fueron hombres de Dios, quienes simplemente procuraron el orden de las iglesias del Señor y hacer teología con lo que podían. Su propósito no era tomar un papel de liderazgo judicial, como dictadores. Más bien, ellos escribían con la esperanza de que las iglesias volvieran a los apóstoles y recordaran lo dicho por ellos, tal como el mismo Ignacio dijo: No os mando nada, cosa que hicieron Pedro y Pablo. Ellos eran apóstoles, yo soy un reo; ellos eran libres, pero yo soy un esclavo en este mismo momento.

Como nota final, hemos de tomar los escritos del santo Ignacio como textos de gran valor, pero no como escritos infalibles e inerrantes. Los santos padres no son infalibles, y sus escritos no están al nivel de la Escritura en cuanto a autoridad. Entendiendo esto, nos será fácil olvidar las presuposiciones y sesgos teológicos, y comenzar a leer a los padres de una forma sana y bíblica. Asimismo, no podemos olvidar el gran valor que estos tienen al ser los primeros en hacer teología después de los apóstoles, y los más cercanos, así que es necesario tomar con gran estima sus escritos.

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