El Día Terrible de Jehová
Destruiré completamente todas las cosas De sobre la faz de la tierra, dice YHVH.
Sofonías 1:2
Pero el día del Señor vendrá como ladrón, en el cual los cielos desaparecerán con gran estruendo, y los elementos se disolverán con el intenso fuego, y la tierra y las obras que en ella hay serán descubiertas.
2 Pedro 3:10
Introducción
Sinceramente, no sé qué tan común sea escuchar sermones sobre escatología. Muy poco escucho en las iglesias de hoy predicarse sermones que traten con amplitud este tema, tan importante y necesario. La iglesia universal del Señor jamás ha ignorado la escatología, al contrario, siempre han plasmado en los credos universales de la iglesia una escatología simple y básica, a saber, que Cristo volverá para juzgar a los vivos y a los muertos. Pese a esto, no es común escuchar sermones escatológicos ¿a qué se deberá esto? Probablemente a la falta de ánimo de los ministros de confrontar a la iglesia con verdades que tal vez no quieran aceptar. La escatología de hoy se encuentra en una profunda crisis, en la que una cantidad de dificultades llenan su caparazón. A causa de teólogos que han impuesto ideas propias a la Biblia, la escatología se ha convertido en “ese tema doctrinal solo para eruditos o personas inteligentes”.
Quiero decir que, aunque la escatología sea un tema un poco confuso, no es para nada difícil. Son los teólogos contemporáneos los que la han vuelto difícil con sus cantidades de interpretaciones raras. Unos diciendo que el anticristo es tal o cual persona. Otros apuntando la fecha del fulano “rapto”. Otros gritando que las señales se están cumpliendo. Y otros tantos viendo las noticias de Israel. La escatología de estas personas se basa más en lo que dicen los períodicos que en la Biblia misma.
Todas estas interpretaciones escatológicas erradas y novedosas han conducido al pueblo de Dios a una crisis en la escatología, como bien señala el pastor R.C. Sproul, que debido a la diversidad de interpretaciones que hay en el área de la escatología, una fuerte crisis ha surgido, y que hay menos consenso entre cristianos sobre la escatología que en cualquier otra doctrina de la Biblia. Esto se debe a que simplemente han surgido una variedad de interpretaciones novedosas de la Escritura, y como sabemos todos, lo bueno puede ser bueno en otras ramas científicas, pero no en la teología. Al ser la teología una ciencia que consigue sus conocimientos en la Biblia, ella no debe cambiar, ella debe permanecer la misma siempre, porque a la Palabra del Señor nada se añade, ni nada se quita (Apocalipsis 22:18-19).
Así pues, en este pequeño estudio, estaremos analizando la doctrina de la escatología, desde el punto de vista bíblico y reformado. La reforma nunca quiso crear algo nuevo, sino volver a lo original, a las raíces del verdadero cristianismo. Así nosotros, si queremos hacer una escatología bíblica y sana, debemos volver a las raíces del estudio de esta doctrina, es decir, a la Biblia ya los primeros intérpretes de la misma. Habiéndonos introducido al tema, procedamos delante del Señor en oración...
El Día de Jehová en el Antiguo Testamento
Hay dos premisas clave que debemos tener siempre en cuenta a la hora de estudiar escatología: (1) La segunda venida del Hijo del hombre, y (2) el juicio de Dios sobre todo ser viviente. Sin embargo, cada una de estas premisas escatológicas sufre diversas interpretaciones dependiendo del pensamiento de cada teólogo. Tristemente, no todos los seres humanos pensamos igual, todos tenemos diferentes formas de interpretación, y si todos pensáramos igual, ciertamente no habrían tantas denominaciones diferentes. A pesar de esto, mi deseo con exponer lo que a mí parecer es la doctrina más bíblica sobre la escatología no es contagiar ni persuadir de que concuerden conmigo, sino de que concuerden con la Palabra de Dios. Yo estoy aquí solo para hablar lo que la Biblia dice y, si el Señor me lo permite, lo haré con toda disposición y gusto para el bien de sus elegidos y benditos predestinados.
Pero el día de hoy no me enfocaré mucho en analizar los textos presentados al inicio del sermón, sino más bien en hablar tocante al tema del día de Jehová, o bien día del Señor. Este no es un tema muy simple, ni sencillo de tratar, pues hay una diferencia en ambos testamentos y en su acercamiento a la doctrina del día de Jehová. Si bien, en esencia, ambos testamentos hablan del mismo día —sin contradicciones entre sí—, en el Antiguo Testamento el uso de la frase “día de Jehová” no se aplica solamente al final de los tiempos, sino también a un día en el que el Señor traería juicio contra Israel. Es por eso que si leen un poco más a fondo el texto que leímos primero en Sofonías, se darán cuenta de que el tema trata sobre todo de un juicio que vendrá de Dios contra Israel. Sin embargo, el texto en ningún momento deja de tener atisbos escatológicos. Esto ocurre en toda la literatura profética del AT. El día de Jehová es visto como un día de juicio contra Israel muy a menudo, pero también es retratado como un día en el que todas las cosas de sobre la faz de la tierra serán destruidas y habrá juicio sobre todos los hombres (Sofonías 1:2-3, 17-18; Joel 2:11; Malaquías 4:5; Isaías 13:9-11).
Leídos estos textos, debería quedarnos clara la doble implicación que los autores veterotestamentarios. Su doctrina del Señor, si bien no estaba completa debido a que la revelación progresiva no había alcanzado su clímax en Cristo y posteriormente en sus apóstoles, nos dice muy enfáticamente que será un día de juicio, un día en el que el Señor acabará con todos los pecadores de la tierra y sus santos estarán con Él. Pero queda un texto bien interesante que debemos tratar, ubicado también en Sofonías, leamos:
«Por tanto, esperadme, dice Jehová, hasta el día que me levante para juzgaros; porque mi determinación es reunir las naciones, juntar los reinos, para derramar sobre ellos mi enojo, todo el ardor de mi ira; por el fuego de mi celo será consumida toda la tierra».
Sofonías 3:8
A simple vista, este texto pareciera estar hablando de que el Señor simplemente acabará con el mundo entero. Sin embargo, sabemos que esto no puede ser por una razón, lo que el resto de la revelación nos enseña. R.C. Sproul en su comentario a la segunda epístola de Pedro dice: «Parece haber habido una progresión en desarrollo de la comprensión a lo largo del Antiguo Testamento acerca del día del Señor. El día del Señor sería el día en que el resplandor de Su gloria resplandecería tan intensamente que el mundo entero vería Su majestad y Dios se reivindicaría en victoria y vindicaría a Su pueblo… Sin embargo, cuando la piedad de Israel comenzó a deteriorarse, la imagen del futuro día del Señor se volvió más oscura… Cada vez más, el concepto del día del Señor se identificó con el juicio final de Dios, que sería un tiempo de suprema bienaventuranza para los fieles, pero de suma perdición para los que resistieran a Él y a Su reino».
Ahora bien, antes de proseguir con el análisis neotestamentario de la doctrina, en esto podríamos resumir lo que el Antiguo Testamento dice sobre el día del Señor: que será un día grande y terrible, donde el Señor descenderá a la tierra para juzgarla y destruir a todos los pecadores impíos que moran en ella, esto para la alabanza de su gloriosa justicia (CFW3.7).
El Día del Señor en el Nuevo Testamento
Comprendiendo esto, debemos hacer lo que siempre será lo más lógico con el Antiguo Testamento: interpretarlo a la luz del Nuevo. La consumación de la revelación de Dios se halla en Jesucristo (Hebreos 1:1-2), por lo tanto, debemos ir al Nuevo Pacto instituido por Él, y analizar lo que sus santos apóstoles dijeron sobre el tema, particularmente el que nos compete ahora, a saber, del día del Señor. Para mí, el versículo insignia, ganador de todas las medallas al hablar del día del Señor, es el que leímos al principio, puesto que en él se revela de una manera simple y detallada el plan que el Señor tiene preparado para su día grande y terrible. Los vv.10-13 detallan de una manera muy explícita la doctrina apostólica del día del Señor, que no será más que el día de su gloriosa venida.
Así pues, a la luz del Nuevo Testamento, el día del Señor no se tratará de un día en el que el Señor viene a destruir todo a su paso y nada más, no; el día del Señor se trata de un día en el que viene a reunirse con sus santos, a separar el trigo de la cizaña, a traer juicio sobre vivos y muertos, y a comenzar su reinado eterno, el cual fue inaugurado escatológicamente en su primera venida (1 Corintios 15:50-53; Apocalipsis 14:14-20; Mateo 25:31-46; Hechos 17:31; Juan 5:22, 27; 2 Corintios 5:10; Mateo 13:36-43; Mateo 12:28).
Examinando estos textos, quedaremos plenamente convencidos de que el día del Señor se trata simple y llanamente del día de la segunda venida del Señor. Algunos interpretan que se trata de “la gran tribulación”. No debemos negar que en el final de los tiempos habrá ciertamente una tribulación, pero no deberíamos pintarla como lo hace Hollywood, la gente hoy hace más escatología del cine que de la Biblia. Tengamos cuidado, porque en efecto, habrá una gran tribulación, pero esta tribulación no es el día del Señor. Si analizamos los textos de manera profunda, quedaremos convencidos de que el día del Señor es simplemente la venida de Cristo. De manera que no hay que imponerle nada a los textos, ellos dicen lo que dicen, y lo que dicen es que el día del Señor vendrá como ladrón en la noche, no refiriéndose a una tribulación como día del Señor, sino al día en que el Señor venga a juzgar a vivos y muertos conforme al evangelio.
El Día del Señor en la historia eclesiástica
Ahora bien, al principio dije que veríamos también lo que la iglesia ha creído desde el comienzo, así que analicemos lo que dice el credo pseudo-Atanasiano, uno de los credos universales de la iglesia:
«A su venida todos los hombres resucitarán con sus cuerpos y darán cuenta de sus propios actos; y los que obraron bien irán a la vida eterna, los que obraron mal, al fuego eterno».
Este credo fue aceptado por todas las iglesias de la época, y tuvo tanta autoridad que se tenía por una verdadera definición de fe. Verdaderamente, todo lo que el credo dice es extremadamente bíblico, por lo cual, es obvio el por qué todas las iglesias lo aceptaron. En él notamos claramente lo que ocurrirá en el día del Señor: un juicio general, y posteriormente, la eternidad. El esquema bíblico no deja espacio para el famoso milenio, del cual no podremos hablar en esta oportunidad, debido a lo que ya nos hemos tardado hablando sobre el día del Señor, así que lo dejaremos para una próxima ocasión.
Conclusión
Concluyendo, quiero finalizar con lo que san Pedro dice:
«Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!»
Charles Spurgeon comentó sobre este pasaje: «Éstas son prendas que deberíamos usar en perspectiva de la eternidad; estas son cosas que ningún fuego puede tocar, porque la santidad y la piedad sobrevivirán incluso a las llamas del último gran día».
Oremos.
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